por una panza…
Hablando de
chimeneas…
Llegaba el
alba. Era una situación completamente embarazosa. Como había perdido el ritmo
en los últimos años, andando por zonas alejadas del hombre “civilizado”, no había dimensionado su talla. Atascado como
estaba, sólo un milagro podía impedir que todos los chicos del barrio lo vieran
y supieran, al fin, su gran secreto.
Papá Noel,
extranjero de esta cultura y estos lares, suspiró una vez más con gran fuerza,
haciendo
temblar los ladrillos que, mágicamente aflojaron su abrazo, dejando caer el
inmenso cuerpo con estrepitosa y cómica certidumbre.
Certidumbre de
haber salvado su honor de anonimato, justo momentos antes de que la llave abriera la cerradura y su esposo la
viera más negra de lo que era en tan ridícula postura.
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